Ilustraciones de Mil Mesetas de Deleuze y Guattari; dibujos en tinta, marcador y crayon sobre papel, que como el libro, lucen inquietantes y enigmáticos a la vez que inspiradores de ideas, de caminos no pensados.
Ilustraciones de Mil Mesetas de Deleuze y Guattari; dibujos en tinta, marcador y crayon sobre papel, que como el libro, lucen inquietantes y enigmáticos a la vez que inspiradores de ideas, de caminos no pensados.
Pienso en mis propios pensamientos, y recuerdo a nuestro máximo poeta:
(de mi antiguo blog)
Hacer que el lenguaje deje de hablar por un instante para que uno pueda hablar. Esta boca que emite palabra tras palabra sin parar abre la puerta de un silencio más allá de lo humano.
Lo que el cine debería ser. Eija-Liisa Ahtila apenas está cruzando la frontera hacia un mundo todavía desconocido, pero en sus películas e instalaciones se vislumbran los contornos de un nuevo pensamiento de la imagen que no termina de nacer.
Una película perfecta es como un pensamiento verdadero, la correspondencia exacta entre dos mundos que solo se tocan para que nos transformemos. En estas películas, la música no es nunca un mero decorado, una secuencia de claves emocionales para descifrar la trama, sino más bien una dimensión transversal, un lugar donde suceden las emocionas indescifrables de una historia. Bernard Herrmann fue un compositor excepcional que trabajó con grandes directores y escribió partituras memorables. Ninguna, sin embargo, como la de Vértigo, de Alfred Hitchcock. Este «tema de amor», de obvia inspiración wagneriana (Tristán e Isolda) debe ser escuchado antes, durante y después de ver la célebre escena de amor de Vértigo,cuando la cámara da un giro completo alrededor de los amantes, y no nos importa que nos engañen ni que nos adelanten el final, ni que nos manipulen, porque el precio de conocer el amor nunca es muy alto. O mejor dicho, siempre lo es, no importan las circunstancias.
Peter Greenaway cree que vemos siempre las mismas imágenes, que el cine es un lenguaje muerto y propone su transformación radical. El Sobreviviente de Varsovia es una de sus obras maestras.
El pensamiento es como el mundo -esto no es novedad- pero el mundo que se piensa siempre está retrasado respecto del otro en el que se vive -esto ya lo dijo Hegel. Cuando tratamos de extender los límites de nuestro mundo mental, nos comportamos como aquellos marinos europeos del siglo XV, que se imaginaban que más allá del horizonte conocido, el mar terminaba en un precipicio. La música de Xenakis nos ayuda a asomarnos a ese precipicio.