Los objetos de los que nos rodeamos dicen mucho de nosotros. Desde los simples juguetes de quienes transitamos la infancia antes de la revolución digital hasta los complejos dispositivos que la moda pone en nuestras manos, casi sin el concurso de nuestra voluntad, un mundo de cosas convive con nosotros, da forma a nuestros gustos y orienta nuestra forma de ver. Los objetos no son presencias neutras, fragmentos de una actividad sin propósito ni accidentes de la materia: son el reflejo tangible de las fuerzas sociales más profundas que evolucionan a nuestras espaldas. Esta botella de refresco “energizante” con forma de granada tal vez diga más de nuestra civilización que mil palabras, si el refrán chino es cierto.
(foto tomada de boingboing, fuente inagotable de sorpresas).